Vana interrogación la del que llega
al Danubio a deshora y busca
la memorable isla donde
otro exilio más cruel que el del oprobio purgara Garcilaso.
Allí las aguas
con un manso ruido, fingen
aceros entre sordas escaramuzas de la nieve y una rama
de marchitolaurel navega inconmovible hacia ningún destino,
mientras la noche es cárcel
y duro campo de batalla el lecho.
La seducción que la memoria adeuda
a una lectura justa
en tiempos de desorden, torna
a recobrar su apego
frente a esta orilla de arrasadas églogas donde,
preso, forzado y solo,
el poeta a la vida imputara
la recompensa hostil de su heroísmo.